Dora Maar con uñas verdes
Uno de los muchos retratos de la musa de Picasso de 1936 a 1943.
Picasso conoció a Dora Maar en el café Deux Magots en 1936. Él tenía 55 años y estaba casado con Olga Khokhlova. Ella tenía 29 y empezaba su carrera artística.
Dora se puso a jugar con una navajita acuchillando la mesa entre los dedos, y mirando al artista no detuvo el juego pese a que la sangre brotaba por su mano. Picasso se enamoró y la pasión estalló de tal manera que ambos lo dejaron todo para estar juntos.
Dora era una mujer imponente, tan elegante como inteligente. Fotógrafa y pintora, estaba acostumbrada al ambiente artístico de vanguardia y por supuesto admiraba al artista más grande de la época, pero no era la suya la típica relación de Picasso con las mujeres, que acababan siendo devoradas artística y sexualmente por el enano malagueño de atractivo atávico. Ambos eran iguales a nivel intelectual y de hecho, ella le enseñó un par de cosas sobre política.
Dora fue la que documentó fotográficamente la creación del Guernica, entre otras obras. Picasso la retrató a ella decenas de veces, como solía hacer con sus musas, como en este retrato con uñas verdes, nada más empezar su relación.
Es un retrato cubista, con varios puntos de vista simultáneos (de frente y de perfil al mismo tiempo), y pese a la “fealdad”, no se pierde la belleza esencial y la elegancia de la fotógrafa.
Durante casi una década vivieron y crearon juntos, pese a que Picasso le ponía los cuernos habitualmente. Hasta que en 1943 el artista se enamoró de Françoise Gilot y pasó olímpicamente de Dora.
Tras esto la musa enloqueció. Entre estancias en sórdidos hospitales psiquiátricos (electroshocks incluidos), terminó su vida sóla y con el corazón roto. Nunca pudo superar haber estado con el artista más grande de todos los tiempos, que según dicen era mucho mejor amante que pintor.