Baco
¿Antigua Roma o finales del siglo XV?
Rafaelle Riario, cardenal italiano, fue una de las muchas personalidades que descubrieron de primera mano el talento de Miguel Ángel y pensaron: «Oye, este chaval tiene madera» (o mejor dicho mármol…). El caso es que, al ver de lo que era capaz el por entonces joven artista, le hizo un encargo.
Y Miguel Ángel esculpió a Baco, una figura pagana, el dios del vino y la lujuria.
Según los historiadores de arte especializados en el gran artista, de todas sus esculturas, esta es sin duda la más fiel al mundo clásico. La imitación es tan perfecta, que fácilmente podría pasar por una obra de la Antigua Roma, con elementos tan habituales como el contrapposto, el ritmo ondulante, la desnudez (siempre que se trate de una divinidad, único caso en el que está justificado). ¿Y quién es el pequeño personaje que aparece junto a Baco? Se trata de un sátiro, lo sabemos por sus piernas, o mejor dicho patas de cabra, ya que estas criaturas son mitad hombres y mitad cabras. Con cara de pillastre, se está comiendo las uvas del dios.
Y si volvemos a Baco, nuestra figura principal, la vista se nos va a su rostro: por algo es el dios del vino, está claramente ebrio, con los ojos muy abiertos, la mirada perdida, y el recipiente que sujeta en una de sus manos puede caer en cualquier momento, debido a su estado.
Que Miguel Ángel decida representar al dios en estas condiciones, nos hace conocer un poco más las ideas del artista: Baco era un dios, sí, pero un dios con unos vicios y problemas muy humanos. Todos los dioses en general en la mitología grecorromana lo son, por eso nos gustan tanto. Son inmortales e increíblemente poderosos, y aún así con problemáticas y actitudes humanas.
Y a Miguel Ángel le interesaba captar la humanidad y sentimientos de los personajes que esculpía por encima de todas las cosas, por muy divinos que fueran.
Esta escultura, que realizó en Florencia, acabó catapultando a Miguel Ángel a una fama que en parte ya poseía en la ciudad, y eso que curiosamente Rafaelle Riario, el promotor de la obra, terminó por rechazarla (¿demasiado provocadora tal vez?). Pero no importó, finalmente fue expuesta en el jardín de Jacopo Galli, un amigo del artista, y actualmente podemos encontrarla en el interior del Museo Bargello, más protegida al no encontrarse a la intemperie.
Poco después, Miguel Ángel iría a Roma y realizaría la Piedad Vaticana, y en unos años más el David, de las obras más admiradas y reconocidas de este gran genio del Renacimiento, que este pasado 6 de marzo habría cumplido 548 años. ¡Larga vida a Miguel Ángel en nuestro recuerdo!