Cabeza de toro
Tauromaquia.
Estamos ante una obra que reúne dos conceptos que revolucionaron el arte a principios del siglo XX: por un lado un ensamblaje (obra tridimensional que nace del acoplado de objetos y materiales) y un Ready-made (objeto manufacturado designado como obra de arte por voluntad de un artista). Picasso, como buen artista, se apropia de los dos. Los grandes artistas copian, los genios roban, decía el hijoputa.
Aún así, la obra es tan sencilla que es genial. Con dos cachos de bici, Picasso construye una identificable cabeza de toro, con su hocico y sus cuernos fijando el sillín y el manillar con una simple tuerca. Más sencillo en cuanto a expresión plástica no puede ser.
Así crea una escultura de pared, como una de esas cabezas/trofeo que cuelgan en algunos sórdidos bares españoles.
Picasso encontró estos fragmentos en un vertedero la primavera de 1942 y quizás acordándose de Duchamp pensó en dos niveles de la realidad: «lo que es» y «lo que representa», así que se los llevó para su estudio y con un simple montaje convierte algo en otra cosa. La esencia misma de la escultura. Hasta se crea un arquetipo típico de Picasso, tan obsesionado con la tauromaquia, los Minotauros y los toros.
La idea de Picasso era que esta «metamorfosis» debía ser reversible y en cualquier momento el toro podría volver a convertirse en fragmentos de una bicicleta.