Corredor del manicomio
Pasillos mentales.
Van Gogh pinta un paisaje interior, nunca mejor dicho. Vincent no pasaba por su mejor momento. Ingresado en el psiquiátrico de Saint-Rémy-de-Provence (ubicado en el monasterio románico de Saint-Paul-de-Mausole), se pasó doce meses pintando febrilmente, en parte para no volverse loco. Y desde luego quedó documentado cada rincón del asilo, incluido este pasillo.
Estamos ante una imagen que quizás ilustra lo que le pasaba al artista por su cabeza. Pasillos laberínticos, soledad y vacío. El pintor muestra una perspectiva del corredor, casi interminable, con múltiples y repetitivos puertas y arcos, y allá al fondo algo así como «una luz al final del túnel». Los colores tienen un aire casi lisérgico. Una atmósfera casi pesadillesca para intentar canalizar el infierno que estaba sufriendo a causa de su terrible enfermedad mental.
Van Gogh envió este dibujo a su hermano Theo para darle una idea de cómo era su nuevo hogar y de sus emociones en el momento. La llegada al hospital en principio fue positiva para él: podía pintar todo el tiempo, tenía taller propio en una de las habitaciones y sus nervios parecían estar más calmados, pero al final de 1989 parece que no era muy feliz ahí, por lo que se acabó marchando poco antes de su suicidio.