Salón de Baile en Arles
Vincent: Mi tormento no es otro que este: ¿para qué valgo? ¿No podría ser útil de alguna manera...?
Pobre Vincent… Después de fracasar en varios oficios en los que sus intensísimas emociones le jugaron malas pasadas, decidió que quizás no era mala idea lo que le proponía su hermano… pero lo cierto es que era algo caro.
Sin pensárselo, Theo se ofreció a pagarle todo lo necesario a su hermano, así que Van Gogh inició su aventura.
5 años de formación en Holanda, en los que empezó a encontrar su voz como artista; después una temporada en París, donde descubrió la luz y el color impresionistas; y finalmente unas vacaciones en el campo para el agotado artista, que no dejó de trabajar como un lunático en todo momento.
Desde luego había encontrado su vocación, fuese o no útil para la sociedad.
En el sur de Francia, en la Provenza, Van Gogh consiguió la plenitud. Arles estaba bañada por la luz e irradiaba infinidad de nuevos colores. La ciudad evocaba la sencillez de sus amadas estampas japonesas y podía dedicarse a pintar paisajes con sus gentes como los de Millet.
Y de noche, su cabeza no paraba tampoco de trabajar. Encontraba inspiración en bares y locales abarrotados como este Salón de baile en Arles.
Aquí plasma en pintura ajaponesada una velada de fiesta en las Folies-Arlésiennes, un salón de baile del bulevar des Lices. Se ve también la influencia de su colega Gauguin, que pasó una tormentosa temporada con él.
Cabezas por todas partes, curvas y contra-curvas en peinados y sombreros… todo para expresar con gran habilidad el sentimiento de amontonamiento y de saturación.