Corriendo por la playa
Playa, niños, sol... creo que es evidente que este es un cuadro de Sorolla.
El verano de 1908 Joaquín Sorolla se lo pasó en la playa. El Mediterráneo tenía infinitas posibilidades artísticas, con esa luz radiante que se reflejaba en todo y su atmósfera de sana felicidad (representada aquí en los niños) que casi recordaba al esplendor cultural del pasado grecolatino de la costa levantina.
El pintor era ya una super-estrella (un año después llegaría la Sorollamanía a Estados Unidos) y en esa época estaba obsesionado por las playas de la zona, que convirtió en su estudio.
De ahí las instantáneas al aire libre como esta, pintadas en exteriores (en plein air, que dirían los franceses) y muy ágilmente, como hacían los impresionistas. De cerca sólo vemos pinceladas de colores puros. Es de lejos donde empezamos a ver la obra en su conjunto y a comprender porqué Sorolla era tan bueno.
El artista sabía muy bien que las cosas no llegan a nuestros ojos con su forma propia perfectamente definida, sino que llegan alteradas por el ambiente y la luz que las rodean.
De ahí que las composiciones del pintor sean tan geniales. En “Corriendo por la playa” por ejemplo, llama la atención la composición equilibrada, situando cada cosa en armonía para transmitirnos luz y movimiento en el agua, y un espacio sólido en la arena.
Las figuras principales son los tres niños del primer plano (uno de ellos en pelota picada, para que el sol de Levante se refleje en su piel mojada), pero hay muchos más dándose un baño al fondo. Todos ayudan a destacar al protagonista de todo: el mar mismo. Como en muchas otras obras de Sorolla, se elimina toda referencia al horizonte y todo es mar, salvo la franja inferior de arena seca y mojada que equilibra la composición.
El Mediterráneo se compone de pinceladas horizontales de distintas gamas de azules, violetas e incluso los reflejos ocres de la arena. Con eso se refleja perfectamente el incesante movimiento del agua del mar. Los niños son trazados con gestos rápidos, para expresar mejor la fugacidad de sus movimientos, como lo haría un fotógrafo.
Como anécdota, en 2013 un Museo de Dallas al que le habían prestado esta pintura, censuró la imagen en sus carteles y folletos promocionales por lo del niño desnudo. Acojonante.