¡Aún dicen que el pescado es caro!
Sorolla empieza su carrera con denuncia social.
En su juventud (29 años es ser joven, si eres artista) Sorolla creó alguna que otra obra de denuncia social como es el caso de este cuadro, que retrata la difícil vida de los pescadores de su tierra, tan conocidos por el autor.
En el interior de la bodega de un barco pesquero, un joven marinero está entre la vida y la muerte pues acaba de tener un accidente laboral. Dos compañeros veteranos atienden al accidentado, apenas un niño. Por sus caras y la solemnidad llena de dramatismo de la obra, nos tememos lo peor.
En efecto, Sorolla quería enseñarnos la dura y peligrosa vida del pescador, y hacerlo con su buen arte. Podemos ver el naturalismo típico de sus primeros años (sobre todo en las figuras, los fondos parece que son un poco más libres), y un manejo perfecto de la composición, con ese encuadre moderno en el que incluso se desplaza un poco la perspectiva para subrayar que estamos en un barco.
Además está ese dominio característico de la luz que tenía Sorolla. Esa luz que penetra por la escotilla y baña la bodega de penumbra, un recurso lumínico perfecto para el tono de la escena. Una luz que refleja en la medalla que tiene el joven pescador en su cuello, probablemente una medalla de la Virgen del Carmen, protectora de los hombres del mar.
Los pescados brillan también con esa luz. Es el producto por el que acaba de dar la vida este joven marinero. ¡Y aún así hay quien dice que es caro…!. El título hace alusión a la novela Flor de Mayo de su paisano Vicente Blasco Ibáñez, en la que muere un pescador y su tía se lamenta de lo sucedido: “¡Que viniesen allí todas las zorras que regateaban al comprar en la pescadería! ¿Aún les parecía caro el pescado? ¡A duro debía costar la libra…!”.