Desnudo de mujer
Sorolla pinta a su mujer Clotilde entre sábanas salmón. Pura sensualidad que evoca a Velázquez.
Sorolla, como todo buen artista que se precie de serlo, se repasó el Museo del Prado de arriba a abajo. Estudió cada cuadro, cada escultura, cada esquina del edificio, donde pudo entrar en contacto con la gran tradición de la pintura española.
Pero hubo un artista en el museo que impactó a Sorolla más que los demás: Diego Velázquez. El barroco influyó tanto en el valenciano que Sorolla acabó adoptando los modelos velazqueños como propios en su obra y jugando con las referencias a algunos de los cuadros más famosos del artista clásico, llegando a emplear de forma muy directa los recursos de Velázquez.
Es el caso de este provocador Desnudo de mujer –en este caso la mujer es su propia esposa Clotilde y Sorolla ejerce de espía- que de forma más que evidente nos recuerda a la Venus del espejo del artista sevillano.
Un homenaje en el extraordinario uso del color aplicado como veladuras. Estamos hablando de Sorolla, que utilizaba el color como Hendrix su guitarra. Mediante manchas de pintura, el artista nos trasmite la carnalidad del cuerpo desnudo de la mujer, pero también una gran sensualidad con esas sábanas salmón o la colcha llena de evocadoras transparencias.
Adoptando técnicas impresionistas (y recordemos otra vez a Velázquez, que fue el abuelo del impresionismo), Sorolla crea una obra maestra para referirse a otra obra maestra de unos siglos antes.