Cupido y Psique en la fuente de la eterna juventud
Un baño de arte.
Frank O. Salisbury fue un reputado retratista de la Gran Bretaña de principios del siglo XX. Ilustres y variados personajes como Churchill, Mussolini, Rockefeller, Roosevelt o Pío XII prestaron sus caretos para ser inmortalizado por él. Fue, por ejemplo, el primero en retratar a la reina Isabel II.
Salisbury era lo que se dice un conservador. Y si algo odiaba, eso era el Arte Moderno, sobre todo esos incomprensibles garabatos del tal Picasso o los cuadraditos de colores de ese Mondrian. No entendía como esos degenerados podían tener tanto éxito.
Para él, saber pintar era fruto del talento, pero también del esfuerzo, y practicaba su oficio absolutamente TODAS las mañanas cuando pintaba a sus hijas gemelas durante una hora (excepto los domingos, que no trabajaba, como mandan las escrituras).
Lo suyo eran retratos de las clases altas, algún que otro cuadro histórico, y muy de vez en cuando obras mitológicas como esta, donde vemos (como reza el título) a Cupido y Psique dándose un baño en la fuente de la eterna juventud
La mezcla del agua y la luz crean un arco iris que tapa un poco la anatomía de Psique. Cupido se arrodilla a sus pies, recogiendo las preciosas gotas en un recipiente. Son curiosas sus coloridas alas, impropias de la iconografía tradicional del dios.