Desnudo azul
Monocromías tristes de silencio.
Se ha hecho parte ya del imaginario colectivo la figura de Picasso como un referente casi unívoco del cubismo, siendo que no necesariamente es así. Si bien es cierto que logra deconstruir la percepción de la forma —la tridimensionalidad, la disposición, el plano—, resulta reduccionista pensar en él como un artista así de encasillado, siendo que su producción es más bien de un dinamismo volátil, radical, cambiante. Siempre parece haber cierto empuje sublevado a lo largo de su carrera artística, que se caracteriza fundamentalmente por ese impulso
Al salir de la Real Academia de Bellas Artes en Madrid, la influencia académica era evidente en sus primeras obras. La línea es suave, rítmica: pareciera que está conducida por un aura tenue de agua que corre en silencio, triste. Coincide, además, con la pérdida de uno de sus amigos más cercanos, Carlos Casagemas: el incidente hizo que Picasso se desmoronara, y de este colapso nace la monocromía de azul que el artista escoge para desenvolverse en sus años más jóvenes. No es casual que, en la crítica de arte, sencillamente se le conozca a este primer intento creativo como Etapa Azul.
Es por esto que resulta casi natural que la figura en Desnudo azul (1902) parezca estar petrificada suavemente en un silencio perpetuo: no hay consuelo para la figura envuelta sobre sí misma, que se recubre el rostro y deja al descubierto la musculatura sutil de la espalda. Picasso no necesita demasiado para darle expresividad al cuerpo: la línea es sencilla y la emoción profunda —está dada a partir del claroscuro bien mimetizado en la paleta del cuadro—, y así, pareciera que la obra sumiera al espectador en un estado plúmbeo de desconsuelo, cada vez más inmerso en las monocromías tristes de su silencio.