El destino cumplido
Perseo Vs. The Snake.
Cuando Perseo volvía de cortarle la cabeza a Medusa ayudado por los dioses griegos, se encuentra con una Andrómeda encadenada, puesta como sacrificio a una serpiente marina. Estaba ahí para purgar los pecados de su madre, Casiopea, que se había atrevido a afirmar que ambas eran más hermosas que las nereidas, enfureciendo a Poseidón. Perseo, enamorándose perdidamente al verla, se ofrece al padre de Andrómeda para matar al monstruo a cambio de la mano de su hija.
Y es aquí donde entra en juego la obra: el héroe ya ha liberado de sus cadenas a la princesa y lucha contra la serpiente, ayudado por las sandalias y la espada de Hermes y el casco de Hades. Lo virtuoso contra el mal, la calma contra la agitación, lo estático y lo dinámico… Y es que de opuestos va el tema: El cuerpo suave de una Andrómeda, desnuda e indiferente, en contraposto, pintada en tonos cálidos; en oposición, el brillo y el metal del héroe, concentrado y decidido, y la serpiente, resbaladiza y violenta, pintados en tonos fríos. La obra nos sumerge en el pasado mítico de la mitología que tanto gustaba a los prerrafaelitas de segunda ola. De hecho, la fuente de inspiración concreta fue un poema de William Morris, fundador de Arts & Crafts.
Burne-Jones no representará sólo este episodio del mito de Perseo: esta obra forma parte de la serie que realizó entre 1875 y 1885 bajo el encargo de Lord Arthur Balfour, posterior primer ministro británico, para decorar su casa. Si bien nunca acabaría el trabajo, a nosotros nos dejó su reflexión personal sobre la clásica historia donde el héroe mata el monstruo, que oímos desde hace milenios en diferentes versiones: Hércules y la hidra, Thor contra la serpiente de Midgard, San Jorge y el dragón…
Si bien ahora las princesas se salvan a sí mismas en los cuentos —¡Y nosotros que nos alegramos! —, algo tendrá esta narración para que, cuando alguien la cuenta otra vez, queramos seguir escuchándola.