El Gran Dragón Rojo y la Mujer revestida en Sol
“Si las puertas de la percepción se purificaran todo se le aparecería al hombre como es: infinito”
William Blake pinta aquí una visión apocalíptica de la biblia:
Luego apareció en el cielo otra señal: un gran dragón rojo que tenía siete cabezas, diez cuernos y una corona en cada cabeza. Con la cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo, y las lanzó sobre la tierra. El dragón se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo tan pronto como naciera…
Ap 12: 3–4
Como vemos, el bicho de espaldas (para dar más miedo) tiene cierta apariencia humana y está a punto de devorar a la mujer luminosa. Tampoco es excesivamente rojo, pero encajaría a la perfección en una portada de Slayer.
Simplificando, es la típica y ancestral lucha entre el bien y el mal.
William Blake es una de las figuras clave del romanticismo inglés. Un visionario tanto en poesía como en artes plásticas, sin duda adelantado a su tiempo en ambas.
En plena ilustración, Mr. Blake reivindica la imaginación y la espiritualidad y tomó como enemigos a sus coetáneos, Newton, Francis Bacon (no el pintor) y John Locke por poner la razón por encima de todo y además ser unos malvados materialistas.
Lo cierto es que Blake estaba un poco chiflado… Visiones desde la infancia, esoterismo, satanismo, drogas y un obsesivo amor por el antiguo testamento, las leyendas y lo oculto que no sería muy bien comprendido por la puritana Inglaterra de la época.
Lo reivindicarían, eso sí, las generaciones posteriores, desde los simbolistas del siglo XIX hasta grupos de rock como The Doors, bautizados así por uno de los poemas de Blake:
Si las puertas de la percepción se purificaran todo se le aparecería al hombre como es: infinito