El número de la bestia es 666
Simpatía por el Diablo.
Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis.
Apocalipsis, 13:18.
La Bestia está desnuda. Es medio dragón, medio hombre. Tiene una cola que se enrolla en bucles y unas alas extendidas en forma de murciélago con diecisiete estrellas. Y tiene siete cabezas, con una cabeza central que está ardiendo.
En la base de la roca donde reposa esta Bestia hay una oveja con brazos humanos, y a su lado aparece otra bestia híbrida de espaldas. Con una mano apunta la izquierda. La otra mano sostiene un cetro coronado por una flor de lis. Esta figura tiene cinco cabezas.
Abajo, en las esquinas, masas de gente rezan, o suplican en esa noche apocalíptica.
¿Qué nos quiere decir Blake con todo esto…? Es difícil saberlo. Sus obras estas llenas de misterio, como también es misterioso el número 666 que da título a la obra.
El número de la bestia citado en la Biblia es tan ambiguo que cada uno le dio el significado que más le convenía. En la época que Juan escribió el Apocalipsis a finales del siglo I d. C. quizás se refería a la figura de Nerón, conocido por sus persecuciones de cristianos (NRON QSR, que interpretado numéricamente da los números 50 200 6 50 100 60 200, que suman 666). El texto de Juan está lleno de simbología y numerología, quizás para ocultar ciertos nombres y evitar consecuencias.
Evidentemente fueron sospechosos líderes como Napoleón, Hitler, Stalin… Para Martín Lutero la Bestia era, por supuesto, la Iglesia católica, y el Anticristo no era otro que el papa [1].
Otros consideraron que la marca de la Bestia es el dinero (con la cara impresa de gobernantes de todo pelaje), el juego (666 es la suma de todos los números de una ruleta) o el mismísimo Walt Disney.
Para William Blake, antiautoritario, idealista y defensor de la igualdad de géneros y razas, quizás el Anticristo era la Revolución Industrial y el colonialismo que trajo consigo, con todas sus consecuencias negativas, en concreto la esclavitud, que tanto horrorizaba al poeta y artista.