Vírgenes sabias y tontas
No dejar las cosas a última hora, por favor.
Según Mateo 25:1–13, Jesús contó una parábola de lo más extraña a sus discípulos. Trataba sobre diez vírgenes, cinco sabias y cinco insensatas que tomaron sus lámparas para esperar a su novio (!). Las cinco más prudentes llevaban aceite en sus lámparas. Las otras se olvidaron.
Las que se olvidaron fueron a comprarlo y justo cuando estaban fuera llegó el novio y cerró las puertas. Cuando llegaron las cinco vírgenes gritaron que les abrieran, pero el novio dijo: «pero si no os conozco…».
La parábola acaba con las palabras: «Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora».
¿Qué nos quiere decir este Evangelio? Pues en definitiva a estar preparados para el encuentro con Él. Ya sabéis que muchos creen que va a haber la Segunda Venida de Jesucristo (y por tanto el Juicio Final). Y para los más ateos, el cuento también tiene moraleja: no dejar las cosas a última hora.
Aquí el muy místico William Blake interpreta la parábola con una de sus maravillosas acuarelas, con las cinco vírgenes sabias a la izquierda, más elegantes, más luminosas, unidas como un bajorrelieve grecorromano; y las cinco tontas más oscurecidas, haciendo aspavientos, agitadas y caóticas… ¡no es para menos ya que se quedan sin marido!
Arriba, un ángel toca la trompeta anunciando el Juicio Final.
Una vez más, el artista fusiona formas neoclásicas con búsquedas románticas que surgirían unos años después (lo incomprensible, lo inconmesurable: lo sublime) y con ello se convierte en el paradigma del artista visionario, un adelantado a su época que gozaría del respeto de las generaciones posteriores, desde los simbolistas hasta grupos de rock como The Doors, bautizados así por un poema de Blake:
Si las puertas de la percepción se purificaran todo se le aparecería al hombre como es: infinito.