Edward Burne-Jones
Reino Unido, 1833–1898
Este hippie que tenéis en la imagen es Edward Burne-Jones, artista y diseñador británico (de Birmingham) asociado a la Hermandad Prerrafaelita y al Arts & Crafts de William Morris, e influencia básica en la pintura británica de finales del XIX y hasta en el Simbolismo francés de la misma época. Fue uno de los últimos románticos de esa época victoriana en la que el Reino Unido tenía su imperio, pero también sus crisis económicas, sociales, y por supuesto artísticas.
Hijo de artesano (un dorador y tallista), Burne-Jones vivió una infancia sin madre (murió a los seis días de nacer él), y fue criado por su padre y un ama de llaves que dicen que tenía muy malas pulgas. Estudió teología en Oxford y ahí conoció a William Morris, dato que marcaría toda su carrera.
En 1855 entró en el taller de Dante Gabriel Rossetti, el líder de los prerrafaelitas. De él absorbería su apasionado romanticismo. Además se leyó Le Morte d’Arthur de Thomas Malory, y esto le voló la cabeza —si habéis visto Excalibur de John Boorman (1981), sabréis de lo que hablo—.
Como todo artista debe hacer, viajó a Italia con el crítico John Ruskin (una pieza clave para los prerrafaelitas) y se empapó de arte, pero lo que le gustaba a Burne-Jones desde siempre era diseñar vidrieras, y así comenzó su carrera.
Grabados, vidrieras, azulejos, tapices, alfombras… Burne-Jones no consideraba esto un arte menor para nada. Estaba en plena corriente de Arts & Crafts, iniciada por su amigo William Morris, que quería volver a una Edad Media idealizada, renegando del cáncer de la industrialización. Buscaba que el ser humano moderno viviera en un entorno feliz, sano y estéticamente bonito. Esto revolucionaría el mundo del diseño, prefiriendo el trabajo manual frente al mecanizado. Eso quiere decir, respetar y cuidar los materiales, y el proceso de creación. Y sobre todo al creador.
Italia, la Edad Media y la artesanía. Esa era la santísima trinidad de Burne-Jones, que decoró, ilustró y diseñó, no solo obras de arte, sino muebles, joyas, azulejos y sus queridas vidrieras. Con conciencia de clase, se consideraba un obrero del arte, y eso encantó al público británico.
Su obra fue muy influyente, y hasta un joven J. R. R. Tolkien tomaría prestadas una o dos ideas de Burne-Jones.