El gran vidrio
Cuando la obra se rompió durante un traslado, Duchamp la declaró concluida.
«La novia desnudada por sus solteros, incluso», conocida como El gran vidrio no es una escultura, tampoco es una pintura… Es arte, eso sí… Un arte tan radical en apariencia como en sus intenciones e implicaciones. Una extraña imagen que se puede ver desde los dos lados, el anverso y el reverso y siempre tiene un fondo distinto, cambiante.
Ocho años de su carrera le dedicó el artista a esta obra revolucionaria, o como decía él, a esa «imagen hilarante». En un cristal Duchamp fue situando poco a poco y muy conscientemente todo tipo de elementos: láminas de plomo, alambre de fusibles… Hasta el polvo que había en su estudio y se iba pegando al cristal.
Mezclando el azar (herramienta dadaísta por antonomasia), pero también complejos estudios de perspectiva, geometría y matemáticas, y un laborioso trabajo artesanal, El gran vidrio fue construyéndose paso a paso pero nunca llegaría a estar acabado… hasta que en un traslado se rompió en pedazos. Fue entonces cuando Duchamp dio por concluida la obra al ver las maravillosas grietas que se habían formado a modo de tentáculos.
Pegando los trozos y metiéndolo todo en un marco de aluminio, es como se puede ver actualmente El gran vidrio (aunque hay varias réplicas autorizadas por el artista a lo largo del mundo).
Cada elemento que aparece en la obra es el resultado de estudios, cálculos y experimentos meticulosos para intentar expresar la tensión sexual, las complejas interacciones que viven la enigmática novia del panel superior (en un estado de deseo perpetuo) y sus nueve solteros del inferior, rodeados de todo tipo de extraños y complejos aparatos
En la parte de la novia vemos que ella tiene una forma casi de insecto, y está pegada a un elemento nuboso. Es curvilínea, orgánica y prácticamente monocroma. Si le echamos algo de imaginación hasta parece estar casi atrapada, presa en una jaula en las alturas. La parte de los solteros o «La Machine Célibataire» (la máquina de los solteros) vemos que está mucho más colorida y hay más líneas rectas. Un molinillo de chocolate y diversos mecanismos que parecen ser hidráulicos se activan por alguna extraña razón, quizás una masturbación agonizante.
Aunque no es todo el típico galimatías críptico del arte moderno. Duchamp lo dejó todo explicado y bien explicado, parte por parte, elemento por elemento, en una serie de abundantes notas y diagramas reunidos en lo que llamó The Green Box, una obra de arte en sí misma.
El gran vidrio es una de esas obras demasiado complejas como para poner a todo el mundo de acuerdo (recordemos su no menos críptica y fascinante Étant Donnés) aunque la mayoría ven en la pieza una exploración del deseo masculino y femenino, una frustrante máquina de amor (frustrante porque es incapaz de conseguir su objetivo), o quizás (y esto es muy posible) sea una solemne burla de la propia solemnidad del espectador decidido a encontrar un significado.
Ya lo dijo el propio Duchamp:
«Creo que el artista no sabe lo que hace. Le doy aún más importancia al espectador que al artista».