El molino Blute-Fin
Otros van Goghs...
Cuando Dirk Hannema, fundador del Museum de Fundatie, compró este molino en París por 6500 francos, atribuyó la autoría a Vincent van Gogh, pero nadie lo creyó. Hannema era una figura controvertida: ya había intentado colar varias falsificaciones como si fueran Vermeers originales y además era un cochino colaboracionista pro-alemán en la Holanda ocupada. Le vendió cuadros a los nazis.
La verdad es que este cuadro dista mucho de los Van Goghs que conocemos y amamos, pero al final los mayores expertos en Van Gogh tuvieron que darle la razón a este polémico coleccionista. Este Molino Blute-Fin fue pintado sin ninguna duda por Vincent.
En el año 1886 Van Gogh se mudó a París a vivir junto a su hermano Theo y ahí descubrió el impresionismo, dejando atrás sus cenizos cuadros de comedores de patatas y zapatos viejos. No tuvo otra opción que rendirse definitivamente al color parisino.
Absorto con las teorías sobre colores complementarios de las que le hablaban Pissarro y Signac, el loco de pelo rojo dejó entrar la luz en su pintura, y eso es lo que vemos aquí: luz recién entrada por un balcón tras una noche oscura.
La autoría es extraña: cada autora es muchas. Depende del momento, del día, incluso de la hora… Somos perpetuos matices, cambios, evoluciones, y a esto hay que sumarle los matices, cambios y evoluciones de quien nos interpreta.
Ser experto es asumir esta hermosa subjetividad.