Historias de San Nicolás de Bari
Soñada imperfección.
Las andanzas de San Nicolás, patrón de marineros y comerciantes, fueron narradas en escenas diversas del Políptico de Perugia. En esta tabla se representan dos milagros, uno a cada lado de la cadena montañosa que se adentra en el mar: a la izquierda, se describe el encuentro de San Nicolás con el mensajero imperial y la multiplicación del trigo para la ciudad de Myra en carestía; y, a la derecha, la salvación de una nave en dificultades en medio de una tormenta, con los marineros arrodillados rogando ayuda a San Nicolás que se les aparece en el cielo.
La onomástica del santo coincide con la fecha de la muerte del obispo Nicolás de Myra, el 6 de diciembre (343 d. C.), día en que, ya desde antiguo, se invocaba a las deidades marinas Poseidón o Neptuno para la protección de naves y marinos en un Mediterráneo embravecido por las tormentas invernales. Con la expansión del cristianismo, dicha responsabilidad recaería entonces en San Nicolás.
Fra Angelico, consciente de estar sentando las bases de una forma moderna de «arte sacro», sigue los preceptos renacentistas, pero con un tono religioso todavía de herencia medieval, otorgando así un ambiente onírico a la escena mística, reconocible gracias a una facilidad narrativa más próxima compositivamente al cómic que a la pintura histórica o religiosa.
La atmósfera gótica creada por una luz contrastada, casi irreal, acentúa las siluetas, las ondula, las estira…pero, a la vez, la luminosidad incide sobre los colores, matizándolos, sugiriendo así el volumen y las formas bajo los ropajes.
Es una luz usada indistintamente en focos diversos, entre los personajes del primer plano y los que modelan las montañas de fondo. No se plantea, tampoco, la perfección lineal en la perspectiva como demuestra el mástil central del barco en el fragor de la tormenta o la divergencia entre popa y proa del velero de la escena de la izquierda.
En una época en la que todo viraba de lo eterno a lo humano, del fervor gótico al raciocinio humanista, es la sencillez y el deleite en lo no perfecto (genuinamente humano, por cierto) lo que realmente singulariza esta obra. Lo que podrían resultar contrariedades en cuanto al genio del artista no provocan un resultado en absoluto precario o discutible. Son, precisamente, la simplicidad y casi esa torpeza intencionada las que generan un halo de ensoñación envolvente anunciando que algo sobrenatural está sucediendo en la tierra.