La Anunciación
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Fra Angelico pinta en este retablo uno de los temas religiosos por excelencia: la Anunciación.
Como otros artistas de su misma época, él pertenecía al grupo de los desinteresados por la perspectiva, artistas (como es también el caso de Botticelli), que valoraban más el preciosismo, el color y lo espiritual, sin tanto interés en mostrar mayor realismo en cuanto al espacio o la anatomía de los personajes (como hicieron Masaccio o Piero della Francesca).
¿Qué lo conducía a ser un integrante más de este grupo? Muy simple: Fra Angelico, como creador de obras exclusivamente religiosas, quería que sus figuras parecieran verdaderamente divinas, que cautivaran a los fervientes, se sorprendieran ante ellas, quedaran conmovidos y tuvieran ganas de realizar sus plegarias.
El detallismo, la estética…en definitiva, detectar claramente que estos personajes eran superiores.
Para lograrlo, Fra Angelico pintaba rostros inexpresivos, completamente idealizados, irreales, incluso etéreos, más cercanos al gótico que al Quattrocento.
Encontramos dos personajes principales: la Virgen María, y el Ángel que anuncia la gran noticia: ha sido la elegida para traer al mundo al hijo de Dios en la Tierra.
La Virgen, que antes de la aparición de este ángel mensajero se encontraba leyendo tranquilamente, está ahora en una posición receptora, y aunque parece escuchar atentamente el mensaje que trae el ángel, no hay gran expresividad, teniendo en cuenta lo que está escuchando. Aunque por la posición nos hacemos una idea del impacto que suponen las palabras del ángel, pero el artista es sutil con las emociones.
Aquello que destaca por encima de todo es el color: azul de lapislázuli en las bóvedas, con un efecto de cielo estrellado y también en la falda de la Virgen. El lapislázuli era con diferencia el pigmento más caro de la época (por lo que sabemos que Fra Angelico tenía presupuesto).
Y qué decir de los nimbos (o aureolas), que llaman la atención por su resplandor. Estas no están pintadas, son de pan de oro, aplicado cuidadosamente (también lo aplica en ese especie de estela que surge a partir de Dios, del que sólo vemos su mano señaladora).
Nos llama la atención la falda del ángel, por sus pliegues: aunque fuera una falda plisada, esos dobladillos son totalmente artificiales, pero digo una vez más: a Fra Angelico no podía importarle menos la realidad, pinta figuras divinas, y como tal lo que quiere, o lo que busca, es perfección.
Hay una pequeña escena en el lateral, cubierta de vegetación, donde nos asombra la maravillosa y detallista técnica respecto al dibujo y también la intensidad de los colores aplicados.
Se trata del jardín del Edén, el Paraíso, que Adán y Eva deben abandonar de inmediato, pues han comido la manzana, fruta que Dios les prohibió catar.
¿Por qué une Fra Angelico estas dos escenas? Por el componente circular, son dos momentos claves y totalmente relacionados. La expulsión del Paraíso forma parte del Antiguo Testamento, y es el momento clave en el que Dios pilla un rebote enorme porque los humanos lo han desobedecido.
La Anunciación no aparece hasta el Nuevo Testamento, y lo podemos entender como un aviso de Dios, que después de tanto tiempo ha decidido hacer las paces con la humanidad, que ha pagado con creces el pecado original cometido por sus antecesores. Enviar a su hijo en la Tierra, a Jesús, es el sacrificio para expiar ese pecado.