
Kroa-MC
La escultura también engaña.
Vasarely fue también escultor. Poco, pero algo esculpió. A lo mejor se le habían acabado las ideas en pintura. Pero seguro que sabía que una escultura también puede engañar al ojo humano. Puede jugar con él, hipnotizarlo, dejarlo acojonado. El Op-Art no tiene porqué ser solo en dos dimensiones.
Es el caso de este artefacto de medio metro por medio metro por medio metro, que Vasarely coloca en posición reclinada diagonalmente. Una estructura de acero con cristales serigrafiados en los que el húngaro proyecta una luz que se expande por toda la habitación.
Hagámonos pues unas preguntitas técnicas, por eso de entender un poco el arte contemporáneo… Entonces la escultura deja de ser de medio metro por medio metro por medio metro ¿no? Deja incluso de ser una escultura para convertirse en una instalación, o una proyección, o… vaya usted a saber qué. En definitiva… ¿es esto una escultura o una puta lámpara? El título desde luego no ayuda a saberlo.

Vasarely vivía en la Francia de la Nouvelle vague, tenía gafas gruesas, fumaba mucho y decía cosas muy raras que nadie entendía, como por ejemplo «cinétique plastique». Por eso suponemos que fue muy bueno en lo suyo. Su arte iba de engañar. El arte de Vasarely es pues un timo, una estafa, un engaño. Un engaño en el buen sentido de la palabra, si es que la palabra tiene buen sentido. Al menos Vasarely se lo dio.