Orion MCW
El arte del mareo.
«Cada forma es la base para un color, cada color es el atributo de una forma».
Estas son las palabras del papa del Op-Art, el artista Victor Vasarely, empeñado en jugar con nuestros ojos para conseguir imágenes que simulan movimiento y toda suerte de ilusiones ópticas.
A Vasarely le interesó el arte abstracto más radical y geométrico, el practicado por tipos como Mondrian y Malévich, y al final descubrió que juntando cuadraditos y circulitos de colores se conseguía una especie de cinética visual (cinétique plastique) en la que cada espectador es al final el único creador de la obra… O más bien el ojo del espectador, un miembro del cuerpo humano muy fácil de engañar.
Mirando obras como este Orion MCW se percibe una vibración, un movimiento (aunque sabemos bien que es una pintura), y de eso se trató básicamente el Op-Art (es decir, arte óptico), de engañar al ojo para convencerlo de que hay movimiento donde no lo hay. Este «engaño» hizo reflexionar a los culturetas de los años 60 sobre los aspectos perceptivos del arte, además de atraer a cientos de miles de visitantes a los museos, ya que al fin se sentían incluidos en ese galimatías críptico y elitista que era el arte contemporáneo.
El arte volvía a ser divertido.