El asado
Arcimboldo, vanguardista del siglo XVI, un surrealista en pleno manierismo, como fruto de una máquina del tiempo...
Sus pinturas son juegos: cabezas de perfil formadas por mil flores («Primavera»), por frutos estivales («Verano»), o por pescados y criaturas marinas («El agua»). En el delicioso caso de este «Asado», el artista pinta un bodegón, que al girarlo 180º se convierte en un retrato.
Lo que hace este fascinante pintor es jugar con los géneros, con las ilusiones ópticas, con continentes y contenidos, provocando y saqueando con esta actitud aparentemente lúdica a disciplinas como la filosofía o la teoría del arte… eso que harían 400 años después los artistas más modernos.
Arcimboldo fue uno de esos escasos artistas que se anticipó a su tiempo y gozó de éxito. No fue considerado un lunático o un extravagante. Toda Europa se rifaba sus pinturas hasta que murió y al poco tiempo cayó en el olvido durante siglos. Hubo que esperar al siglo XX cuando otros amantes de los juegos, los surrealistas, recuperaron su figura. Entre ellos Salvador Dalí que probablemente se inspiró en él para desarrollar su método paranóico crítico.