
Fuego
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El extrañísimo Archimboldo construye otra de sus alegorías que juegan con la Pareidolia (formas se perciben como una forma reconocible). En este caso hace un retrato del señor Fuego, que está formado por objetos relacionados con este elemento.
Cerillas, brasas, velas, lámparas de aceite e incluso armas de fuego, incluida la pólvora, conforman todas juntas y unidas de determinada manera a este personaje ardiente. Arcimboldo mete también un collar de la Orden del toisón de oro, una de las órdenes de caballería más ilustres y antiguas de Europa. Además introduce la doble águila imperial, estrechamente ligada a la dinastía de los Habsburgo y a las coronas de Austria y España.
Es defintiva, Arcimboldo le está haciendo la pelota a su jefe y mecenas de la época, el emperador Maximiliano II, que adoraba los extraños artefactos pictóricos del artista, como lo había hecho su padre Fernando I (hijo de Juana la loca) y lo haría después su hijo Rodolfo II. Los tres tendrían a Arcimboldo en altísima estima, no sólo por sus divertidas pinturas: el artista organizaba juegos, fiestas y espectáculos, como un pionero de la estética relacional.
Sobre esta época, Arcimboldo realizaría tres alegorías más de los otros tres elementos.