Rodolfo II
Le gusta la fruta.
Giuseppe Arcimboldo pinta con su particularísimo estilo al emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Rodolfo II. Lo pinta a partir de flores, verduras y frutas, dando la idea de que es también un retrato de dios romano Vertumno, dios del cambio, de la mutación, del paso de una estación del año a otra (recordemos aquí a Camille Claudel y su magnífica escultura). Era el protector de la vegetación y de los árboles de fruto, quizás de ahí inspirarse en él, aunque hay quien dice que hay un significado político e incluso jocoso en este retrato.
Desde luego, seguramente nada tenía el artista en contra del emperador. Rodolfo II era todo un amante del arte (su época se conoce como «Praga Rodolfina)», y precisamente por eso se admitió a un perro verde como Arcimboldo en su corte, donde se convirtió en toda una celebridad a nivel europeo. Era el manierismo, época de virtuosismo exagerado, de juegos, acertijos y locuras varias. El propio Arcimboldo era un experto organizador de fiestas y espectáculos y un extravagante inventor. Quizás por eso triunfaran piezas de arte únicas y extravagantes como las de este pintor marciano.
Con su combinación de distintos vegetales, Giuseppe Arcimboldo combina además dos géneros en uno: retrato y naturaleza muerta, que se funden en un fascinante trampantojo por obra y gracia de una maravillosa pareidolia colectiva orquestada por él.