La encantadora de serpientes
El autodidacta que fascinó a la siguiente generación de revolucionarios del arte.
El aduanero Rousseau… Pintor de sitios exóticos pese a no haber salido nunca de Francia. Un autodidacta que fascinó a la siguiente generación de locos vanguardistas.
Sus pinturas sobre la selva son extremadamente detallistas, hipnóticas. Motivos vegetales por todas partes y en medio, se camuflan figuras (tigre devorando búfalos, caballo atacado por jaguar, lucha entre gorila y humano…)
En La encantadora de serpientes, sin embargo, no existe esa violencia sino más bien una extraña serenidad. Un tranquilidad onírica que fascinó tanto a los surrealistas por plasmar los sueños como a los cubistas y fauvistas por su simplificación y geometrización de las formas (en este caso vegetales).
Se inspiró para estos paisajes en postales y cromos, además del Jardín Botánico de París. La figura principal está aquí oscurecida. Misteriosa, toca una flauta a cuyo son parecen acudir diversos animales, además de las serpientes mencionadas en el título.
Rousseau empezó a pintar de forma autodidacta a los 49 años, tras abandonar su puesto de gris funcionario. Un “mal pintor” que sin embargo (y pese a las burlas) pareció captar mejor que nadie cierta realidad sincera en su obra.