La gitana dormida
El funcionario que lo dejó todo para dedicarse al arte
Es admirable la decisión que tomó «el aduanero» Rousseau a sus 49 años, cuando abandonó su estable pero aburrido trabajo como funcionario para dedicarse por completo a la pintura. La creatividad y talento de este artista francés compensan con creces la formación académica que nunca recibió, y que lo convirtieron en el mayor exponente de un nuevo estilo surgido a finales del siglo XIX: el arte naif.
En La gitana dormida nos transporta a un extraño paisaje que él nunca pudo haber conocido, dado que nunca abandonó su país natal. Tanto a él como a sus contemporáneos les fascinaban los gitanos, que en Francia se conocían como «bohémiens» (curiosamente de aquí surge nuestro concepto actual de «bohemio»). Vemos a una mujer gitana que descansa tranquilamente tumbada sobre el suelo, a pesar de haber un enorme león olisqueándola. El paisaje es árido, compuesto por planos de color, y las dos figuras apenas están acompañadas de un jarrón y un instrumento musical de cuerda.
El propio artista describió la obra como: Una negra errante, una bandolinista, yace en un sueño profundo, vencida por el cansancio, con su jarrón al lado (un jarrón con agua para beber). Un león que pasa por allí capta su olor pero no la devora. Hay un efecto de la luz de luna muy poético.
Desgraciadamente, en su día, Rousseau gozó del reconocimiento de sus contemporáneos, pero no de la crítica y ni del público general. Años más tarde su obra fue ampliamente reconocida, y en concreto este cuadro fue adquirido por el marchante Daniel-Henry Kahnweiler en 1924.