La escuela del amor
Enseñando a amar.
Correggio nos enseña las lecciones sobre el amor que Venus y Mercurio le dan a un joven Cupido. Ya sabemos que el pequeño bebé alado es un niño psicótico capaz de disparar sus flechas a cualquiera, por puro capricho, y encender en esa persona una pasión amorosa imposible de parar, acarreando a veces consecuencias negativas.
Venus, la madre de Cupido (por cierto, aquí en su versión alada), es lógicamente la directora de esta escuela. Ella conoce bien a su irracional hijo, por lo que le está dando un cursillo sobre cómo, cuándo y a quién disparar las flechas, volviendo felices o infelices a uno, dos o más pobres diablos. Mercurio, que es de los dioses más listos, además de tener también alas, puede tener algo que aportar a estas lecciones. Le enseña al chaval una lista de preceptos que deben ordenar los sentimientos.
Aunque algo nos dice que a Cupido no parecen interesarle lo que le están contando. Ese tostón parece demasiado denso. Y es que la escuela no siempre es divertida, como bien sabe la mayoría de los niños.
Llama la atención que todo el mundo está desnudo aquí. Es que el amor es algo puro (recordemos que aunque estamos en pleno Renacimiento) y lo puro está desnudo, como todo el mundo sabe. Además, así Correggio puede presumir de dominio de la anatomía humana (en ese caso también divina).
No sólo anatomía, Correggio también sabía de composición, de sutileza en la iluminación y de detallismo en el paisaje con musgos, cortezas de árboles, hierbas y hojas de todo tipo.