Noli me tangere
U Can’t Touch This!
Noli me Tangere era un tema ya muy popular en el arte, el momento del reencuentro entre Cristo y María Magdalena. Sin embargo, lo más habitual era representarlo en un ciclo de murales, no tanto como una pintura aislada y protagonista.
La complejidad de esta escena para todos los artistas se basaba en decidir cómo introducir a Jesús. Hay artistas que preferían divinizarlo, y otros, en cambio, disfrazarlo de un modo más humano, como un campesino, darle un aire humilde y disimular su condición, para lograr mayor confusión por parte de María Magdalena.
Correggio se queda entre dos aguas (como Paco de Lucía). La figura de Jesús tiene connotaciones divinas: ha desaparecido la herida de lanza entre sus costillas, que le hizo un romano estando en la cruz, el cuerpo está intacto, sin una sola marca de la crucifixión. Aunque, a pesar de ello, añade algunos elementos propios del mundo hortelano tras él: un azadón, una pala, ¡Incluso un sombrero de paja! Objetos que no tienen demasiado sentido en el paisaje que vemos (no hay huerto ni hay rastro del sepulcro), y menos aún al estar abandonados en el suelo.
Para dar mayor dramatismo a la escena, Correggio carga todo el peso emocional en María Magdalena, que transmite movimiento, parece recién arrodillada, con el cabello suelto y ondulante por el viento, impresionada ante lo que ven sus ojos, y reflejando en el rostro su veneración absoluta hacia Jesús.
Entre la vestimenta de la joven predomina el color amarillo, que en la época tenía múltiples significados, entre ellos, el más apropiado en este caso sería su asociación con la prostitución.
Si volvemos a Jesús, el dramatismo mengua considerablemente. Su actitud es mucho más serena, inalterable. Indica a la joven que no le toque, la contiene, y con su otra mano señala hacia arriba, al nuevo lugar que le corresponde, pues debe subir con Dios, su padre.