
La muerte y la doncella
Eros y Tanatos.
A Hans Baldung le volvía loco este tema, estaba como obsesionado con la muerte. Y resulta que al final tenía razón: acabó muriendo.
Baldung siempre representó a la muerte igual: un esqueleto, como el Eddie de Iron Maiden pero del siglo XVI. A veces aparece mordisqueando a una joven o a veces le tira violentamente del pelo, como es el caso aquí. La pobre chica llora, pero este implacable zombie le señala una tumba abierta, diciendo (asumimos que con un marcado acento alemán): «Hie must du yn», que viene a ser como Ahí vas a acabar.
Efectivamente, ahí vamos a acabar todos.
La lectura moral de este tema es cristalina: eres muy guapa, pero al final la acabarás palmando, bonita. Tu belleza no va a valer de nada.
Baldung se contradice un poco. Parece que a él la belleza sí le importa, al menos a nivel artístico. Además de su interés por la muerte, nunca deja pasar la oportunidad de añadir un poco de erotismo a sus escenas, aquí además con trasparencias y vello púbico incluidos. Baldung junta Eros y Tanatos, las dos pulsiones del ser humano, y lo hace cuatrocientos años antes que su vecino Freud. Ay, estos teutones…
Como Franz Schubert, también bastante obsesionado con el tema, que en 1817 compuso su primera Der Tod und das Mädchen, con música y letras como estas:
“¡Pasa de largo! ¡Oh, pasa de largo! ¡Vete, fiero hombre de huesos! ¡Aún soy joven! Vete, querido, y no me toques. Y no me toques.”
Muerte«¡Dame tu mano, hermosa y tierna figura! Soy tu amiga y no vengo a castigarte. ¡Ánimo! No soy feroz, ¡ dormirás plácidamente en mis brazos!
Hans Baldung