La primera comunión
Religión y Academia.
La religión fue uno de los temas recurrentes en los inicios de la carrera de Pablo Picasso, aunque parezca mentira. Previo a sus pinceladas más vanguardistas ligadas a movimientos como el fauvismo, el cubismo o la propia abstracción, el malagueño experimentó y, de forma muy acertada, el hacer más propiamente académico.
La obra fue presentada en la III Exposición de Bellas Artes e Industrias Artísticas de Barcelona, a mediados de 1896. Un acontecimiento gracias al cual dio un paso hacia delante y consiguió cierto renombre en Barcelona.
En esta obra, podemos apreciar los trazos concisos y pulcros del pintor, a partir de los cuales representa un acto tan puramente religioso como puede ser la primera comunión. Picasso, apostando por su propio talento, representa, en este lienzo, el simbolismo a través de una nueva perspectiva. En la que el pintor narra la escena de forma mucho más íntima a la que estaban acostumbrados a finales del Siglo XIX.
Por lo que, gracias a esto, podemos contemplar el carácter personal de esta misma obra, ya que, a partir de las expresiones de sus protagonistas conseguimos leer sus emociones y sentimientos. De esta manera, Picasso da fuerza, incluso voz, a nuevos elementos religiosos. Porque no recurre a ninguna de las figuras que se solían utilizar, como los Santos o alguna representación de Dios. Apuesta por ocultar elementos tan representativos como puede ser una cruz, que queda en un segundo plano.
Observamos pues, una pintura totalmente ajena a la del Pablo de finales del Siglo XX, pero sin la que no hubiera sido posible construir una carrera artística tan variopinta o, mejor dicho, genuina.