Moisés
Punto culminante de la terribilitá del escultor.
Miguel Ángel consideraba que la escultura del Moisés era su obra más realista, tanto así, que al acabarlo golpeó la rodilla derecha de la estatua y le dijo ¿porqué no me hablas?!!!
Sin duda, el Moisés de Miguel Ángel insufla vida. El artista, utiliza de nuevo el recurso de la cabeza vuelta hacia la izquierda (como había hecho con el David) concentrando una expresión de tremenda ira (la terribilitá) que le embarga el rostro contraído en un gesto ceñudo y que se refleja en la poderosa constitución de la estatua, sobre todo en sus ojos.
Esta obra fue concebida como parte del conjunto escultórico que conformaría la tumba del Papa Julio II. El tema, un episodio bíblico, refleja el momento en que el profeta Moisés, al regresar de su estancia en el monte Sinaí portando las tablas de la ley, contempla con cólera e indignación cómo los israelitas han abandonado el culto a Jehová entregándose a la idolatría.
La obra representa el instante preciso en que Moisés lleno de profunda ira, contenida y airada, piensa en el castigo que desatará sobre un pueblo infiel y desagradecido. La relevancia impuesta en los detalles del cuerpo y en los pliegues de los ropajes provocan cierta tensión psíquica que se puede apreciar detallando la escultura: la prominencia de los músculos, la hinchazón de las venas, las grandes piernas pesadas y a punto de incorporarse nos hace temer lo que será tener frente a sí la fuerza de un titán.
La composición es cerrada, sólo sale de sí misma a través de la mirada, buscando generar con ella la culminación emocional del personaje. Para ello Miguel Ángel se ayuda con ciertos artificios técnicos: iris remarcado, hundimiento de las pupilas y las cejas realzadas para crear claroscuro.
Junto con el David, el Moisés de Miguel Ángel, son el punto culminante y de mayor expresividad de la terribilitá miguelangelesca.
La belleza plástica del Moisés, enmarcada en un clasicismo ejercitado a ultranza, trasciende lo canónico y lo formal a través de su mirada, este desequilibrio a favor de lo expresivo se plasma por medio del movimiento contenido que se hace visible al espectador a través de la tensión de la anatomía y que se libera en la vehemencia de su mirada.
La esencia intelectual de esta obra de arte es de naturaleza mística, es la expresión de su rostro la que nos elevan a una estética, a un sentimiento que supera su propia formalidad y las tendencias artísticas de la época.
Es probable que Miguel Ángel insistiera en trascender la forma de sus esculturas con su expresión de terribilitá porque experimentaba dentro de sí la necesidad de elevar la belleza a su verdadera esencia, de naturaleza inmaterial.
La anécdota nos cuenta que cuando el Papa Julio II llamó al rasgo más notable de Miguel Ángel terribilitá se refirió no solamente a esa fuerte expresividad iracunda de las obras de arte de Buonarroti sino también al carácter personal del artista, conocido por sus rasgos de genio irascible; hombre terco, violento y de temperamento enfermizo, cualidades que ni aún sus más dóciles biógrafos pudieron dejar de admitir.
La tensión dramática del Moisés es la terribilitá de Miguel Ángel, que estaba relacionada con el uso de la exageración anatómica que utilizaba el artista como recurso expresivo, ésta, le servía como herramienta de captación psicológica. Estos principios creadores de tensión y drama marcaron las obras del genio, su concepción del mundo y de la vida hicieron que Miguel Ángel tuviese su propia interpretación del arte y generó una estética marcada por su carácter y temperamento: la terribilitá.