Nieve nocturna en la villa Terashima
Retorno a Japón.
Oímos el crujir de unos pasos amortiguados por la nieve, a lo lejos: una persona cruza el pueblo resiguiendo el camino del lado del canal. Los copos blancos caen lentos y espesos. Casi podemos oír la quietud del paisaje urbano al observar este cuadro de Hasui Kawase, el artista japonés del movimiento shin-hanga, de inicios del siglo XX. Era experto en pintar este tipo de temas y destacaba, especialmente, por sus escenas nevadas, transmitiendo imágenes atmosféricas influenciadas por el Impresionismo francés. De hecho, podemos ver las trazas de esa influencia, junto con la del arte japonés tradicional ukiyo-e en sus colores suaves, la luz naturalista y sus sombras o la profundidad del espacio.
Otra de las cosas que se le daba bien a Hasui Kawase era capturar en grabados como éste lugares en los que el espectador puede descansar y sumergirse en la escena. Los tonos fríos que ocupan la escena contrastan con la luz cálida de las ventanas, que nos llaman a la nostalgia del calor del hogar en una noche fría y oscura. El punto de vista de la obra y la composición sugiere que nosotros mismos estamos mirando por la ventana, cómodos, al resguardo del invierno. El punto de fuga nos hace ver la curva del camino que parece llevarnos a las afueras. El pueblo que vemos está suspendido en el tiempo histórico, como si los siglos no pudieran alterar el Japón tradicional, y sólo los postes de teléfono nos recuerdan la modernidad.
La obra forma parte de la serie Doce escenas de Tokio (1919–1921), donde recoge todas las estaciones del año, los contrastes entre campo y ciudad y las principales luces y sombras del día. En cada una, el autor nos invita a parar un instante en nuestras vidas y quedarnos en este lugar y en este momento, hundiéndonos en él, saboreándolo.
Quizás esta es una de las bellezas del arte, el hecho de sacarnos de lo cotidiano y llevarnos a un lugar hecho por otra persona. ¿Quién no quiere traspasar la pantalla y acompañarnos allí un rato?