Perfil de la pasión
Liepke explota la sensualidad carnosa con su pintura.
La sensualidad captada en una expresión.
Ese es el secreto de Malcolm T. Liepke, uno de los pintores figurativos más valorados en la actualidad… Valorado por algunos, lógicamente. El odioso mundo del arte oficial, irritantemente antiséptco y elitista odia a un tío así, tan clásico, tan pictórico, tan entendible y disfrutable.
El pintor quiere capturar en el tiempo momentos íntimos. Y consigue con ello una celebración de la feminidad. De eso se tratan sus pinturas, que se basan explícitamente en fotografías llevadas al terreno pictórico con total maestría.
Pese a ser personajes contemporáneos, sus figuras (mayoritariamente femeninas) nos trasladan a una era pasada, a su amado siglo XIX, que visitó a través de museos tras intentar aprender en escuelas de arte centradas en la abstracción y el arte conceptual.
Liepke bebe de todos esos artistas: de Degas, Sargent, Whistler, Velázquez, Lautrec… Como todos ellos, el artista de Minneapolis no esconde las pinceladas. Con ellas consigue esa sensualidad carnosa, esa invitación a ser un voyeur.
La pintura, hoy tan denostada, tiene en Malcolm Liepke a uno de sus mayores aliados. El ser humano también es sumamente importante. Apenas trabaja el paisaje:
“El contacto emocional que obtienes al mirar a la cara de alguien es lo que inspira mi trabajo”.