La muñeca
Un simulacro femenino, un oscuro objeto del deseo de experimentación surrealista.
En los primeros años 30, Bellmer crea su primera “Muñeca”, una figura articulada de una chica joven, la cual André Breton y Paul Eluard describieron como “El primer y único objeto surrealista con un poder provocativo universal”.
Desde luego Bellmer era surrealista, algo no muy bien visto en la recién nacida Alemania nazi. Exploró mais evocadoramente que nadie sus fantasías sobre el cuerpo femenino sin escatimar en sadismo, masoquismo y fetichismo. Un objeto sexual y a la vez violento, que remite a todo tipo de sentimientos contradictorios, de la infancia a la muerte.
El artista recreó sus muñecas en una gran variedad de formas. Son los suyos inquietantes maniquíes con partes del cuerpo articuladas que se pueden separar, reubicar y multiplicar, como uno de esos anagramas surrealistas.
En este caso, la muñeca se reduce a dos conjuntos de caderas, una muñeca reversible, sin cabeza.
Un simulacro femenino, una habitante del subconsciente, un oscuro objeto del deseo que Bellmer transforma en instrumento de experimentación.
Quiere el artista indagar en “la mecánica del deseo” y para ello crea estas mujeres objeto, reflejos de pulsiones y deseos hechos carne. Lejos de ser ofensiva para la mujer, su obra fue una influencia clara en el arte feminista posterior en artistas como Cindy Sherman o Louise Bourgeois, que llegó a exponer con él, y que en algunas de sus obras se percibe cierta huella de Bellmer.