Piedad Bandini
La imposibilidad material de la belleza.
No es casualidad que Miguel Ángel elija el tema de la Piedad para una de sus obras terminales. En la vejez, con la sabiduría del que siente próximo el fin de sus días, el artista se aferra a la salvación religiosa para mantenerse a flote en un mar de tristeza. La presión recibida por el gran escultor del momento se junta con una profunda crisis estética; el pensamiento neoplatónico que cultiva durante toda su vida se extrema conforme pasan los años. Esa idea de que la belleza es abstracta e intangible, exclusiva del mundo de las ideas, lo lleva a la conclusión de que es imposible representarla materialmente. La figura del artista se vuelve la de un imitador eternamente preso, alguien que persigue lo que nunca alcanzará. El arte pierde el sentido.
A pesar de haberse hundido en una ruina existencial, Miguel Ángel decide destinar el definitivo golpe de cincel a la escultura que tendría que coronar su sepulcro. Emprende un reto conseguido por última vez en la antigüedad, con el Toro Farnesio; un conjunto estatuario de cuatro figuras en un solo bloque. Errores de cálculo e imperfecciones del mármol llevan a tal desastre —a los ojos del artista, claro— que no se limita a dejarla en non finito por la insatisfacción, sino que intenta destruirla a base de golpes. Por suerte su ayudante Tiberio Calcagni interrumpe el destrozo de la obra, legando a la posteridad la mayor huella de melancolía del genio entre los genios.
Aunque se repite la estructura piramidal de la previa Piedad del Vaticano, la reformulación del significado es evidente. La solidez de la Virgen de la versión vaticana, sosteniendo el hijo con aplomo y convirtiendo su regazo en el lecho de muerte, se transforma en la Piedad Bandini en una caída en serpentinata que es casi una continuación del descenso de la cruz. Se acentúa el duelo, difundiendo la aflicción de los personajes hasta que prácticamente se fusiona el tema de la Piedad con el del Lamento. Los cuerpos de María Magdalena, Nicodemo y la Virgen envuelven el cadáver de Cristo, que muestra en la anatomía realista y demacrada el castigo del destino. Los pesados miembros de los figuras, así como los pliegues profundos de las telas, establecen un diálogo que hace de su dolor una condena compartida por ellos tres, pero que se extiende a toda la humanidad.
Sin embargo, en la Piedad Bandini el sacrificio es aceptado; hay una cierta serenidad en las expresiones que permite entender como imprescindible la suerte de Cristo. Leyendo las rimas de madurez de Miguel Ángel comprendemos que él, finalmente, también se reconcilia con la muerte.
Las espinas y clavos de tus palmas y tu benigno, humilde y piadoso rostro prometen la gracia del arrepentimiento, y esperanza de salvación al alma triste.
Le spine e’chiodi e l’una e l’altra palma col tuo benigno umil pietoso volto prometton grazia di pentirsi molto, e speme di salute a la trist’alma.