Las sillas de Van Gogh
Retratos de dos pintores.
Aquí una silla de madera con asiento de mimbre tejido. En ella reposa una pipa y un montoncito de tabaco. La habitación despojada deja ver una puerta verde y un cajón con cebollas donde el artista dispone su firma. Es esta una obra que nos habla de la ausencia, de lo que queda cuando ya no estamos. En el mismo año, y casi al mismo tiempo, Vincent van Gogh pintó esta obra y otra con el mismo tema: una silla en una habitación. Esta última la llamó La silla de Gauguin o la silla vacía
Y así, como en sus cuadros sobre girasoles, Van Gogh seguía pintando cuadros a la espera de su gran compañero, con quien soñaba una nueva sociedad de artistas.
En la obra dedicada a Gauguin, y ya desde el título, el artista sentencia «o su silla vacía». La ausencia de ese ser tan admirado, la falta de su compañía, de su presencia es lo que lastima a Vincent.
Poniendo en comparación ambas obras, la orientación de las sillas se oponen: la dedicada a Gauguin se direcciona hacia nuestra izquierda y está ubicada en una habitación de noche, con dos precisas fuentes de luz y con intensas bandas de sombra en color lavanda sobre las patas de la silla. Éstas se abren, se deslizan. La estructura misma parece desvanecerse, como la posible presencia de su amigo en Arles…
Pero en la otra obra, en la que nos habla de su silla, la orientación nos dirige hacia la derecha. La estructura es simple (y muy parecida a las que aparecen en su cuadro La habitación de Van Gogh en Arles) de madera clara y en tonos pálidos. Su austeridad se siente bien acompañada por el espacio de toda la sala:
«(…) Después, mi dormitorio, que quisiera excesivamente simple, pero con muebles cuadrados y anchos: la cama, las sillas, la mesa, todo de madera blanca»
Como en sus cuadros Zapatos viejos y Los Girasoles, Van Gogh elige objetos inanimados que hablan tan bien de él como lo hacen sus autorretratos. Analizando la obra entre las fronteras de la naturaleza muerta, el cuadro de costumbre y el realismo, la silla vacía como tema exclusivo de una pintura, nos invita a pensarla más allá. Mucho más allá.
Toda la sencillez y la humildad con la que el artista vivió su vida explota en el lienzo. Toda la nobleza de esa madera blanca, la calma de las rústicas patas y la soledad del espacio, tienen su contraparte en el estallido de su pincelada. Toda la fuerza y la energía contenida en el tema erupciona en la carga matérica que percibimos en su cuadro: gruesos trazos llenos de color y de intención.