Susana en su baño
Susana nos mira. Algo habremos hecho.
Hay miradas en algunas pinturas que nos llegan. Es el caso de esta Susana tomándose un baño, en la que no vemos ni rastro de los viejos, porque a lo mejor ya tiene espectadores.
Ya conocéis la historia, tantas veces representada en el arte: Susana era una joven judía que mientras se daba un baño estaba siendo espiada por dos viejos jueces babosos. Los viejos intentan abusar de ella y ella se resiste, por lo que la acusan de adulterio, que era como una condena a muerte. Todo el mundo, por supuesto, creyó a los viejos.
Al final es salvada por Dios, pero… ¿cuántas Susanas hubo en el mundo? ¿Cuántas habrá…?
Quizás por eso nos mira, buscando culpables entre los espectadores, o quizás algún tipo de complicidad o al menos empatía. Y no es difícil empatizar… todas nos sentimos Susana alguna vez…
El subgénero de Susana y los viejos sirve por un lado de denuncia ante la amenazas que acechan a la mujer, pero por otro como vehículo para transmitir sensualidad, el erotismo, como excusa para mostrar la exuberancia del cuerpo de Susana.
Ya sea ajena a las miradas, consciente de estas (como parece ser este caso) o directamente con los viejos acosándola, Susana encarna varias formas de ver el cuerpo femenino por parte de los artistas, que son reflejo de toda una sociedad.
Lo cierto es que el cuerpo de Susana incita a verlo en este cuadro de apariencia clásica, pero con «otra mirada».