Tarde soleada en Murnau
Inédita síntesis pictórica.
Alexej Jawlensky mezcla elementos del Jinete Azul, los paisajes de la gran Gabriele Münter y el «cloisonnismo» de los Nabis franceses para crear una obra que hoy puede no parecer gran cosa, pero que tenía su mérito en 1908 por lo que tiene de revolucionaria. Que se lo pregunten si no a Kandinsky, que tomó un par de notas sobre el arte de su buen amigo y colega de grupo.
Lo cierto es que Jawlensky logra aquí una inédita concisión, una verdadera síntesis pictórica mediante el uso de colores intensos y arbitrarios que son enmarcados en contornos negros, al estilo Nabi de Gauguin.
Eso del concepto de «síntesis» trajo siempre de cabeza a los teóricos del arte, más todavía entrado el loquísimo siglo XX. ¿Qué es la síntesis? Pues si hubiera que definirlo sería algo así como reducir, limar, o añadir, o combinar cosas con el objetivo de simplificar una imagen. De ese modo, no sólo no se pierde su mensaje sino que es incluso más fácil de entender universalmente. Algo así como harían los Ramones en los 70.
Jawlensky llevaría esto no sólo a paisajes como el de la imagen. También su retratos son un ejemplo de síntesis visual.