Terraza de Café por la noche
Van Gogh y sus noches...
Vincent no sólo le escribía a su hermano Theo. También se carteó con su hermana Wil y le describió con precisión el cuadro que estaba creando:
Un café por la noche visto desde fuera. En la terraza están sentadas pequeñas figuras bebiendo. Un enorme farol amarillo ilumina la terraza, la fachada de la casa, la acera, e incluso extiende su resplandor hasta la calle adoquinada que adquiere una tonalidad rosa-violeta. Las fachadas de las otras casas de la calle, que se alarga bajo el cielo estrellado, son azul oscuras o violetas; ante ellas se encuentra un árbol verde. Aquí tienes un cuadro nocturno sin negro, sólo con un bello azul, con violeta y verde; y en este ambiente la plaza iluminada se tiñe de un pálido amarillo azufre y verde limón… Sé que lo normal es sacar un boceto de la noche y luego pintarlo durante el día, pero a mí me gusta hacerlo en el momento… lo malo es que al trabajar así, con lo oscuro que está, puedo confundir los tonos de los colores… pero es la única manera de acabar con las escenas convencionales de nocturnos con sus pobres y cetrinas luces blanquecinas
En efecto, Vincent pintó este café de Arlés, situado en la Place du Forum, en el centro de la ciudad. Pero lo pintó a su manera, claro… Exagerando la cosa. Sobre todo enfatizando el contrate entre el azul frío de la noche y el amarillo cálido de la lámpara de la terraza del local.
Para él el color lo era todo. Y los colores eran también símbolos. El amarillo por ejemplo, es lógicamente el color del sol, de la felicidad. Y esa era una época muy alegre para el artista. Acababa de llegar a Arlés y ese lugar bañado por el sol le parecía aún mejor que su amado Japón. Aunque poco duraría esa felicidad. La locura estaba a la vuelta de la esquina…
La composición es brillante. Van Gogh deja el dibujo de lado y se centra en la pura y simple pintura. Con color lo consigue todo: profundidad, texturas, volumenes, sensaciones, sentimientos… Nuestros ojos siguen las zig-zagueantes líneas del cuadro, que consiguen redondear y unificar los colores, en principio tan caóticos, y de pronto esa noche estrellada se llena de vida.
Si señor… Pocos artistas consiguieron plasmar una escena nocturna de verano tan exquisitamente.
Pero ahora pongámonos un poco dependientes de La mazmorra del androide (si, una referencia a los Simpsons en un cuadro de Van Gogh… ¿Porqué no…?):
Para empezar es imposible que la lámpara de gas del café pueda dar semejante foco de luz cegadora. Tampoco la perspectiva es del todo correcta, pues si la cosa fuera así, esos edificios se caerían encima de esa pobre gente… Y ese cielo tan claro no puede mostrar tantas estrellas ¡Ademas de qué tamaño…!.
No, Vincent… No eras fiel a la realidad. Eras demasiado creativo… ¡Y cómo te lo agradecemos! Cuando la realidad era una mierda, tú creaste una propia, y nos la transmitiste, más de un siglo después, para crear nosotros la nuestra.
Y eso, amigos y amigas, es exactamente para lo que vale el arte.