Yo fui el juguete de un rico
La primera obra de Pop-Art.
Eduardo Paolozzi era un artista escocés, lógicamente. En Edimburgo tenían sus padres inmigrantes italianos la tienda donde la gente compraba cigarrillos, golosinas, revistas picantes y cromos. Quizás esto generó en el jovencito Eduardo una sensibilidad especial por los colores y los diseños propios de la publicidad. Quizás por eso se hizo artista.
Paolozzi creó esta obra con 23 años, recordando los cientos de recortes que pegaba de forma chapucera en cuadernos cuando era niño. El Pop-Art aún no existía, pero la semilla ya estaba ahí, creciendo en las ruinas de la II Guerra Mundial, fertilizada por la sociedad de consumo, regada por jóvenes artistas que no veían nada con lo que identificarse en el arte de su época.
Llevado por un impulso surrealista, por ideas dadaístas, Paolozzi recortó imágenes de las revistas y las pegó de forma bastante tosca sobre un muy poco sofisticado cartón. Esa era su obra de arte, todo junto, más o menos ordenado: una pin-up, un avión, cerezas, un anuncio de coca-cola y una pistola que dispara la palabra POP!… una prueba de que estamos ante la primera obra de Pop Art de la historia del arte.
Una década después nacería el movimiento, pero aquí ya tenemos las características básicas del Pop: estética de cómic, anuncios y revistas, inspiración en la cultura popular, el sexo, la coca-cola… Pero sobre todo la idea de que no existe una cultura elevada enfrentada con una cultura de masas: las dos son la misma.
La obra, como véis, no es la Capilla Sixtina, pero históricamente tiene una importancia capital en el arte. Pese a su estética cutre y la fragilidad de ver unos papeles pegados en un cartón con un pegamento mierdoso, Paolozzi se adelantó al futuro unos años. Supo ver a dónde iba el arte.