El David de Paolozzi
Deconstruyendo clásicos.
Estaba una mañana Eduardo Paolozzi dándose un paseo por Londres cuando decidió entrar en la tienda Harrods. En un escaparate había visto un molde de yeso muy familiar: era nada menos que una reproducción de la cabeza del David de Miguel Ángel.
Paolozzi compró la cabeza y se fue al Royal College of Art. Ahí realizó un molde de este molde. De la copia de una copia salió un David distinto, y más distinto aún cuando el artista británico de nombre italiano más famoso de la historia del arte (con permiso de Rossetti, claro) decidió serrar el yeso en pedazos y pegar bloques de madera entre esos cortes volviendo a unirlo todo.
¿Resultado? Un David contrahecho, deforme, grotesco. De un símbolo de belleza ideal pasamos a un freak deconstruido. Paolozzi realiza un acto de —llamémoslo así— terrorismo cultural, y además de apropiación de un icono cultural que es ya propiedad de todos.
Como hizo Duchamp unos cuantos años antes al pintar bigotes a la Gioconda, Paolozzi ataca una obra intocable. Dicen que cuando estudió arte en el Edinburgh College of Art allá por los años 40, quedó tan hasta los cojones de dibujar moldes de yeso (entre ellos reproducciones del David), que se la tenía jurada a la estatua más famosa del mundo.