Zapatos viejos
¿Hay algo más digno de pintarse que unos viejos zapatos gastados?
Una elección inusual de tema para una pintura (en realidad más, ya que volvió a este motivo varias veces): Dos viejos zapatos gastados. Sin embargo la pintura cuenta muchas cosas a muchos niveles: artístico, afectivo, histórico, estético, político o filosófico
Por ejemplo, como dijo el filósofo Heidegger, fan enloquecido de estos dos zapatos: hasta ahora el arte se ocupaba de lo bello y la belleza y no de la verdad [… ] es precisamente en una obra semejante, siempre que sea obra, donde está obrando la verdad. La verdad obra en la obra.
Y así se pasa párrafos y párrafos, divagando sobre la función del arte, qué es interpretación y qué realidad, y hasta la naturaleza de la existencia.
Porque no estamos ante dos simples zapatos o ante una simple muestra más de la belleza de lo cotidiano. Estos dos zapatos viejos son más que un objeto (o su representación): son también los miles de pasos que recorrieron, las alegrías y sufrimientos padecidos por quien los calzó… son además el esfuerzo de quien los pintó y los consideró dignos de protagonizar un lienzo. Son en definitiva entes llenos de vida encarnados en algo inerte y reflejos sinceros del alma del artista.
Vincent los pinta sin el cromatismo enloquecido que llegaría después, sino más bien queriendo amplificar la humildad de lo que plasma, y haciendo referencia a las dos grandes tradiciones holandesas intrínsecas a su arte: la barroca y la realista, introduciendo de paso las influencias impresionistas para conseguir su propio y único estilo.