Angelo Morbelli
Italia, 1853–1919
Claro, a veces se piensa que todo sucedió en París. Y no, también había un lugar llamado Milán, ciudad donde un talentoso alessandrino produjo la mayor parte de su obra.
Si por un lado en Francia el impresionismo y el paisaje acapararon la atención de los pintores, el divisionismo y la temática social hicieron lo propio en Italia.
En su juventud Angelo Morbelli estudió en la academia de Brera en Milán. Y lo que retrató en sus inicios fue una metamorfosis: el cambio de Milán en una ciudad moderna. Esta transformación trajo consigo, además de esplendor, miseria; matiz que no escaparía del pincel de Morbelli. Los temas en sus obras —ejecutados siempre bajo una precisa y triste luminiscencia— son la prostitución, el hambre y el abandono; sus cuadros son luminosas elegías.
Una de sus más famosas series fue protagonizada por mujeres jóvenes recostadas en sus camas. El enunciado puede evocar ternura o seducción, y así sería si no fuera porque dichas mujeres, la mayoría casi niñas, son prostitutas. La belleza no es nada sino el principio de lo terrible,
escribió en Las elegías de Duino el poeta José María Rilke. El más famoso de los cuadros de esta serie, el de jóvenes con ropas blancas, miradas extraviadas y cuerpos abatidos, se titula Venduta. Morbelli recurría con frecuencia a la ironía en sus títulos, no con intención humorística, sino para subrayar la denuncia social. Un pintor también es un escritor, aunque lo sea solo al titular un cuadro; como artista es consciente de que cada elemento, sea una pincelada o una letra, aportará al sentido de su obra.
Debido a su interés por los desfavorecidos, Morbelli instaló un pequeño estudio en el hospicio de Trivulzio, sitio en el que retrató la vejez: hombres y mujeres que vivían sus últimos días en un lugar donde pasaban hambre y frío, y donde compartían la luz de las ventanas como se comparte el pan o la sopa: sin esperar placer en ello… solo subsistir.
Morbelli es un maestro de su tiempo, uno del que se habla poco porque el mundo por aquella época, y hasta nuestros días, quedó de sobra «impresionado» por otro movimiento, lo que ha impedido prestar más atención a Italia y a sus divisionistas.
Por eso habría que desear y manifestar que la Historia del Arte no olvide al pintor alessandrino que, con colores puros, documentó la luz y la miseria.