Odilon Redon
Francia, 1840–1916
Simbolismo, Post-impresionismo, Surrealismo… Odilon Redon era de estos artistas precursores de todo.
Amante de la literatura (Poe y Baudelaire), la historia y mitología, la ciencia (materialismo científico), y sobre todo el arte, su obra refleja todas estas referencias y más.
Llenos de imaginación, sus cuadros mezclan lo moderno y lo antiguo, la realidad y la ficción, el sueño y la vigilia, el consciente y el inconsciente.
Simbolista, si… Pero muchos de los significados de su obra son intraducibles en palabras. Obras de arte indeterminado, muy experimentales y sugerentes más que descriptivas. El misterio es su principal herramienta y como escapó del naturalismo de la época, fue un artista acostumbrado a la controversia. Cabezas cortadas, arañas sonrientes, espíritus, Satán, Buda…
Con su arte, pretendió hacer visible lo invisible. Odilon, como sus colegas simbolistas, prefiere la visión a la vista. El mundo de las apariencias desaparece ante un universo onírico, mitológico y ancestral. Los más variados elementos se animan y adquieren forma casi humana, convirtiéndose en pesadillas a veces.
Fue contemporáneo de Monet, pero a él no le interesó el impresionismo, sino que era más del gusto de su ídolo, Delacroix. Trabajó siempre en blanco y negro («el príncipe de los colores») pero casi con cincuenta años se queda atrapado por el color, que por supuesto tendrá un simbolismo en sí mismo. Empezará una segunda y productiva etapa en su obra, en la que pinta naturalezas muertas como churros (sobre todo flores) pero se sigue volcando con el sueño, el azar, el inconsciente y el más allá…
«En cualquier parte fuera del mundo», que diría su admirado Edgar Allan Poe.