Simbolismo
1880–1910
Jean Moréas, en «Un manifiesto literario» (1886), define al nuevo estilo como «enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad, la descripción objetiva…».
El simbolismo es misterio, un sueño, un enigma… Frente a la sociedad industrial que ya se estaba estableciendo, se propugna un arte poético, porque en realidad de ahí viene todo, de Las flores del mal de Baudelaire.
Hartos de tanto realismo, los artistas simbolistas vuelven a escapar de la realidad, buscando lo onírico, experimentando con drogas, volviendo de alguna manera al romanticismo de William Blake, los nazarenos y los prerrafaelitas.
Por eso, es muy difícil englobar estéticamente a los simbolistas en un conjunto concreto y estéril. Cada uno iba a su bola.
Lo que sí parece es que todos practicaron un arte antinaturalista, casi siempre espiritual, desatando a fantasía y la subjetividad frente a la objetividad científica de impresionistas y neo-impresionistas.
Y todo mediante el símbolo, su herramienta para la expresión del estado de ánimo, de las emociones y de las ideas del individuo.
Todo esto evolucionaría hasta movimientos posteriores como los nabis, el Art nouveau o el surrealismo.