El pobre pescador
Que obra más apagada, más triste, más desangelada... más hermosa.
Ni perspectiva (conscientemente errónea), ni modelado (algo típico del artista), ni cromatismo (apagado y pálido, casi tísico), ni temática (no quedaba demasiado claro lo que Puvis quería decir…). Nada es realista ni armónico ni colorido en este tristísimo cuadro.
El viejo pescador fue vapuleado por la crítica en el Salón de 1881. Sin embargo, 6 años después, cuando el simbolismo ya había infectado la cultura decimonónica, el estado se compró el cuadro para exponerlo con orgullo en uno de sus museos nacionales. Era un símbolo.
Puvis quiso hacer con esta obra de considerables dimensiones un retrato de la indigencia y la resignación mediante la representación de un padre viudo y sus dos hijos en un paisaje inhóspito. Y le salió un ejercicio alucinante de depuración, un conmovedor silencio llevado a imagen.
No sé si existe algo más triste en una obra de arte que la cara de este pobre pescador. Estoy seguro de que ni siquiera atrapa peces. Su estado de ánimo contagia a todo el cuadro, apagando el brillo de las cosas, silenciando cualquier sonido.
Obras como estas influenciaron a numerosos artistas, entre ellos un jovencito Picasso que no ocultó estilísticamente la herencia del maestro en algunas de sus obras de juventud: tonalidades apagadas, espacios serenos, figuras ensimismadas se ven en no pocas obras del enano malagueño.