
Esperanza II
Buena mezcla de culturas.
Gustav Klimt siempre fue un tío multicultural, un artista woke que bebió del arte occidental y del oriental, de lo antiguo y lo moderno. Klimt chupó de Durero y de los dorados bizantinos, de los motivos de las alfombras persas y las estampas japonesas, de Freud y los mosaicos de Rávena o los iconos rusos. Del arte del Antiguo Egipto y el de los expresionistas que ya rondaban por Viena. Del arte y la artesanía.
Obras como esta reflejan esta mezcla de culturas —que como todas las mezclas, incluso la lejía y el amoniaco, siempre es interesante— donde representa a una mujer embarazada que está en actitud orante, como rezando por su hijo. Tres mujeres más se unen a esa oración a los pies de la futura madre.
Y es que ronda por ahí una calavera, símbolo que asociamos irremediablemente al peligro. Quizás Klimt representa los riesgos del embarazo y el parto, con esa mujer en un fondo de pan de oro (es oro de verdad!), con vestidos de múltiples texturas y colores que se mezclan, se arremolinan y se revuelven como hormonas enloquecidas.
Una vez más en la obra de Klimt, el nacimiento y la muerte cohabitan de forma natural, bella y armoniosa.