Retrato de Adele Bloch-Bauer I

Una de las fantásticas y más doradas obras del austríaco Gustav Klimt, padre del Sezessionstyl (la versión austro-húngara del Art Nouveau pero sin Moulin Rouge y donde hace más frío todavía).

En esta pieza, encontramos retratada a la esposa de Ferdinand Bloch-Bauer, Adele, quienes juntos formaran parte de una de las familias más ricas de la Viena de principios de siglo XX. La llegada de los nazis en 1938 cambió por completo el panorama de estas familias de origen judío, quienes de un día para el otro se vieron obligadas a escapar con lo puesto para salvar sus vidas. El gran expolio que sufre Europa bajo las órdenes de Hitler, se lleva secuestrado al retrato de Adele Bloch-Bauer junto con muchas otras víctimas al óleo.

Más allá del valor artístico de esta imponente obra que logra recortar el suave rostro de la modelo en un fondo texturizado e iluminado que nos hace volar, la carga afectiva que tiene para la sobrina de Adele, Maria Altmann, hizo que mucho tiempo después y ya instalada en suelo estadounidense, comenzara una enorme cruzada por recuperar el dorado recuerdo de su querida tía. ¿El reclamo? ¡Teléfono para el estado vienés!, que había «heredado» la obra de forma ilegítima y que la conservaba oculta en los sótanos del museo. Woman in Gold protagonizada por la genia de Helen Mirren, es un interesante film para darnos idea de toda la travesía. SPOILER ALERT: finalmente María gana menudo juicio y vende la obra a la Neue Galerie (New York).

Junto con El Beso, esta obra de Klimt forma parte de la conocida etapa dorada, que permitirá reconocerlo a kilómetros de distancia en la historia del arte. La introducción del dorado y de las técnicas que este acabado supone, fueron el resultado de su formación en la Escuela de Artes y Oficios (algo novedoso para un artista con su fama), donde la influencia del mundo egipcio (¿notaron los ojitos protectores de Horus en el vestido de Adele?) y del imperio bizantino marcaron texturas, tonalidades y símbolos en sus obras.