El parque
Apoteosis puntillista.
La mayoría de los paisajes de Klimt están formados por numerosas manchas de pincel que definen el entramado general, como una especie de mosaico. Un tapiz salpicado de color al modo puntillista y en formato cuadrado, que al parecer era el que le gustaba en esos años.
Es su clásico estilo decorativo, que no solo aparece en sus paisajes. Podemos verlo en las telas de sus figuras o en otros motivos vegetales más esquemáticos.
En el caso de este parque, si nos quedáramos sólo con una parte estaríamos ante un cuadro totalmente abstracto, pero en conjunto, la pintura capta a la perfección una atmósfera, un lugar concreto, aunque -y como le gustaba a Klimt- desorientándonos un poco, lo suficiente para emborracharnos con su magia.
Una luz al fondo y las siluetas de los troncos de los árboles son los únicos puntos de referencia para salir de ese sueño de colores, esas miles de pequeñas pinceladas salvajes con las que el artista evoca el follaje. Klimt representa la naturaleza con colores cuidadosamente seleccionados y dispuestos con extremada precisión para satisfacer a un tiempo lo tonal y lo decorativo y crear un fondo general verde con una paleta de lo más vibrante.