Flor del pantano con cabeza humana triste
Dar vida a seres imposibles.
«Sufrí los tormentos de la imaginación y las sorpresas que se me presentaron bajo el lápiz.»
Así recuerda Odilon Redon los dibujos a carboncillo y grabados que realizó en torno a 1880. Su infancia y juventud transcurrieron entre los viñedos de Burdeos junto a la amistad del botánico Armand Clavaud. Aprendió a observar detalladamente la naturaleza. El origen de las especies, la botánica y el hibridismo eran mundos que le fascinaban.
En este caso vemos un grabado de una serie de seis que dedica a Goya en el álbum Homenaje a Goya. Redon aúna su propia producción junto a la influencia de los Desastres de la guerra y las Pinturas negras. Para la obra utiliza la litografía por ser un medio barato con la capacidad de hacer llegar la obra a un mayor público. Además, prefería el negro de la tinta como el color propio de la emoción y de espíritu (algo que rebatía el colorido del Impresionismo, el nuevo movimiento de la época).
Desde la contemplación nacía un mundo interior original de composiciones únicas, él lo describe como «la lógica de lo visible al servicio de lo invisible». Para Redon esta forma de trabajar era una realidad sentida, una encrucijada donde se reunían el yo, la imaginación y el mundo exterior. Lo vivía como un mundo visionario donde lo que no se conoce se sugiere.
«Toda mi originalidad consiste en dar vida a seres imposibles de acuerdo con las leyes de la posibilidad.»